viernes, 26 de septiembre de 2014

¿MONOPOLIO O CARTEL DE POLLOS?

El Tribunal de Defensa de la Libre Competencia (TDLC) ha emitido un fallo sobre el llamado caso Pollos. Tres empresas del rubro se coludieron por casi 20 años para regular los niveles de producción y, consecuentemente, los precios del pollo y sus subproductos en el mercado local. Esto ha generado una genuina indignación entre muchos que se pueden sentir afectados y un gran despliegue mediático por parte de políticos.

El fallo nos abruma, con largas páginas y lujo de detalles, desde los correos electrónicas hasta los apuntes de notas de ejecutivos de las empresas involucradas y de la Asociación de Productores de Aves (APA), en que registran la forma como se fue planificando la producción y regulando distintos aspectos del mercado entre 1994 y 2010. El repertorio incluye desde presupuestos de producción para cada una de las empresas hasta reglas para contratación de trabajadores que hayan laborado en otra de las asociadas. La sola lectura deja en el paladar un sabor que va de la sorpresa de que un acuerdo de esta naturaleza pueda durar tanto, hasta la indignación de pensar en tanta manipulación. Sin embargo, estas sensaciones deben contrastarse con los bienes jurídicos protegidos por el sistema de defensa de la libre competencia.


La ley de defensa de la libre competencia deriva de una tradición que busca que el funcionamiento de los mercados imperfectos se asemejen de la mejor manera posible a aquellos en que los supuestos del mercado perfecto están presentes. Al respecto, existen dos tipos de conductas genéricas que tienden a proteger la libre competencia. La primera tiene que ver con mercados donde existe un alto nivel de competencia. En estos casos la ley pide a los agentes que actúan en dichos mercados que operen de manera competitiva. Es por esto que se sanciona la colusión. Los acuerdos de producción, precios y similares entre agentes de dichos mercados competitivos generará para éstos ganancias sobre-normales, en perjuicio de clientes, proveedores y del público en general. 


La segunda figura genérica es la de abuso de posición dominante. A diferencia de la primera, en este caso no existe un mercado perfecto, sinó que un agente se encuentra en posición de privilegio respecto del resto, ya sea por motivos legales o estructurales del mismo mercado. En este caso la ley dictamina que la empresa dominante debe actuar como si se encontrara en un mercado competitivo, evitando abusos de su posición, tales como segmentación de mercados, precios abusivos, etc.


De esta manera es inconcebible que una empresa que opere en un mercado competitivo "abuse", a menos que se ponga de acuerdo con sus competidores. De la misma forma, no tiene sentido alguno hablar de colusión en un mercado donde un actor ostenta una posición dominante. El grande no necesita del chico para abusar, pero los iguales si se necesitan entre ellos para tomar ventaja del cliente o del proveedor.


En el fallo de TDLC se hace referencia en innumerables ocasiones a las imperfecciones del mercado de los pollos, que deben necesariamente llevar a la conclusión de que no es un mercado competitivo. Agrosuper tiene un control de entre el 50 y el 60% del mercado, y su mas cercano competidor (Ariztia) tiene cerca de la mitad de su tamaño. Agrosuper tiene una gran fortaleza, comparado con los graves problemas financieros de Ariztía. Agrosuper tiene una estructura mucho mas diversificada que sus competidores, siendo dominante en el mercado del cerdo y un actor relevante en otros sectores del agro. El fallo no hace referencia a la fortaleza de la red de distribución de Agrosuper, ni a al poder que le confieren las economías de escala en la compra de granos, principal insumo de la industria. De esta manera, la acusación de colusión resulta del todo improcedente en estos tipos de mercados, y el TDLC yerra al sancionar esta conducta, no sólo a Agrosuper, sinó especialmente a Ariztía y a Don Pollo, que es poco mas que una PYME.


Tanto Ariztía como Don Pollo hacen entrega de pruebas contundentes de que no están en condiciones financieras ni logísticas de enfrentar a Agrosuper. La única opción para estas empresas es jugar el juego que les propone el líder. Si el TDLC les exige competir de igual a igual con Agrosuper, las está condenando a una muy probable quiebra y, consiguientemente, a transformar al líder del oligopolio en un monopolio perfecto. ¿Esto es lo que busca el TDLC?


El TDLC también yerra al decir que, acreditada la colusión, no es necesario determinar sus efectos sobre el mercado. Algunas formas de colusión puede ser inocua, o hasta beneficiosa para los mercados. Algunos ejemplos: la Ley Eléctrica prevee la existencia de el CDEC, que no es sinó la forma como las generadoras determinan la forma en que se asigna la producción de electricidad en el país. Es aceptada también la existencia de organismos de autocontrol de la industria en el mercado de la publicidad.


Durante el proceso, las empresas acusadas negaron persistentemente que su forma de actuar constituyera una forma de colusión. Esto hizo que la Fiscalía centrara sus dardos en comprobar este hecho, lo que no le resultó difícil, con el cúmulo de pruebas de que dispuso. Esto tendió una cortina de humo sobre lo que debió ser la verdadera discusión: si el acuerdo entre los productores constituía o no una forma de abuso de posición dominante por parte de Agrosuper.


El fallo detalla como Agrosuper tiene una posición de "primus inter pares" en el proceso de asignación de cuotas de producción y fijación de precios. Este sólo hecho debiera haber permitido liberar de toda culpa a Ariztía y Don Pollo. La culpabilidad o no de Agrosuper debiera determinarse sobre la base de una análisis de los efectos reales del acuerdo. Es sin duda una tarea difícil, con variados claroscuros. El enorme crecimiento de la industria avícola y el incremento del consumo de pollo respecto de otras carnes en estos 20 años sin duda juega a favor del acuerdo. Pero este tiene muchos lados oscuros, especialmente en lo relativo a acuerdos en el plano laboral, excesos en las obligaciones de información, etc. 


El TDLC le habría hecho un gran favor al mercado avícola, a los consumidores y a la justicia si, en vez de sancionar a granel, se hubiera preocupado de regular el acuerdo, transparentádolo, y depurándolo de sus aspectos oscuros.

jueves, 29 de mayo de 2014

EL NEOMARXISMO BACHELETISTA

A propósito de la propuesta de despenalización parcial del aborto, la presidenta Michelle Bachelet dijo que una sociedad madura no debe tener temor a ningún debate. Esta aparentemente irrebatible afirmación tiene implícitos varios supuestos que nos pueden decir mucho del carácter de la nueva administración, que es claramente menos inocente que lo que la frase denota

En primer lugar, nos lleva a pensar que antes éramos inmaduros, y hoy lo somos un poco menos. Esto permite que aquellos que maduraron primero (se acuerdan de la vanguardia del proletariado) nos plantean los temas del futuro. De allí la segunda conclusión, que es que aquellos que piensan distinto de aquella élite progresista son los grupos de involucionados, retrógrados y cavernarios. 

Esta forma de pensar, lejos de ser una anécdota, denota el carácter de la nueva administración. La famosa polémica que surgió del vídeo que defendía la reforma tributaria es heredera del mismo concepto. En esta oportunidad, en vez de ser cavernícolas, los que se oponen a esta iniciativa son los poderosos de siempre. La actitud es demoler al enemigo, no por el diálogo o la convicción, sinó que por su destrucción moral. La descalificación del enemigo parece ser la consigna.

Marx, aggiornado por Gramsci, vuelve en gloria y majestad. Hay un liderazgo que plantea lo que la sociedad requiere. Un grupo de poseedores de la verdad, que dialoga no para enriquecer su postura, sino para alinear las conciencias de los sectores culturales que les sean mas afines, y para demonizar a aquellos que se les opongan. En todas sus entrevistas la Presidenta, y varios de sus ministros, nos han notificado que se puede conversar, pero sin dejar de demostrar que harán valer sus mayorías a toda costa.

La demonización de la oposición no es accesoria. Los grupos moderados, pequeño burgueses en el lenguaje marxista, permanecen como una espada de Damocles. Su alianza con la extrema izquierda no puede fundarse en la unidad de propósitos (hemos visto como están llenos de matices, en los dichos de Ignacio Walker), sinó que en el riesgo de ser motejados de la misma forma que la oposición, demonizada de no alinearse con el grupo de vanguardia. 

El factor tiempo se transforma entonces en un elemento evidente. El riesgo de que los moderados abandonen a un gobierno radicalizado es evidente. La popularidad de la Presidenta es un antídoto significativo para este riesgo. Pero esta popularidad, tan persistente en el tiempo, no está garantizada en absoluto. Ya el tratamiento de la Reforma Tributaria parece haber eliminado toda la buena fe que le presuponían aquellos que no votaron por ella. El riesgo del desbande de los propios está a la vuelta de la esquina. Estos movimientos en la opinión pública, lejos de moderar los ánimos, parecen que hacen al gobierno apurar mas el tranco. La duda es hasta donde aguantará la cuerda. Como nunca, la gente es la que tiene la respuesta.

martes, 6 de mayo de 2014

CARTA DE UN PYME A LA PRESIDENTA BACHELET

(Transcripción de carta que un pequeño empresario quiere que S.E. la Presidenta de la República conozca).



Santiago, 6 de Mayo de 2014




Estimada Señora Bachelet: 

Soy un pequeño empresario. Nuestra empresa da trabajo a 4 personas y vendemos alrededor de $15 millones mensuales. Llevo 8 años luchando en un rubro que es dominado, en Chile y el mundo, por grandes transnacionales, con capacidades financieras y logísticas en las cuales apenas yo puedo soñar. Por eso, dedicamos mas del 80% de nuestras utilidades a reinversión: importamos mas y damos crédito a los clientes, sin lo cual es imposible vender ni crecer. Gracias primero al FUT y luego al 14 quater nuestra carga tributaria está acotada a los retiros que hacemos, eliminando trabas para este crecimiento. 

Su reforma tributaria me cuestiona si podré seguir creciendo como quisiera. Mis asesores me dicen que deberé pagar cerca de 4 veces mas en impuestos. Pero esto es lo de menos. Gente que trabaja con usted no cesa de decir que los empresarios somos chupasangres, que vivimos a costa del sufrimiento de los trabajadores y de dañar el medio ambiente. Parece que somos una especie que debe ser erradicada del planeta. Da lo mismo nuestro trabajo. Los empresarios no aportamos nada. La gestión y organización de los recursos productivos no agrega ningún valor a la sociedad, el asumir riesgos con el capital propio (o muchas veces prestado) es irrelevante, la visión de una necesidad que otros no han percibido no es mas que un aprovechamiento. 

Podrán decir que los empresarios PYMEs a lo mejor somos también víctimas de un sistema injusto. Pero déjeme decirle señora Presidenta que la mejor motivación para un empresario pequeño como yo, es la perspectiva de dejar de serlo. Hay dos maneras de lograrlo. La primera es ofrecer mas y mejores servicios a nuestros clientes. La segunda es aprovecharse de contactos públicos y privados para obtener prebendas, o abusar de distintas formas de los mas débiles: clientes, proveedores, inversionistas. Sin duda que hay empresarios de ambos tipos, y quizá nadie sea ni tan bueno ni tan malo como para quedar clavado en una sola de estas categorías. Su misión, como autoridad, es cerrar las brechas para los abusos, pero permitiendo que el uso legítimo de la libertad nos permita hacer el aporte que queremos y debemos hacer para el crecimiento personal y el desarrollo de la sociedad. 

Espero que esta vez pueda escuchar aquella voz que ya le decía hace varios años que algo no cuadra en el modelo que se quiere implantar. Los chilenos la quieren y confían en usted. Estoy cierto Sra. Presidenta que, si les dice que algunos de los objetivos planteados deben esperar por un bien mayor, todos sabrán entenderla. 

La saluda con afecto, 


Un Pequeño Empresario

domingo, 1 de septiembre de 2013

40 años no es nada

Me resulta aburrido escuchar y leer sobre el golpe militar del ´73. El Chile de hoy tiene poco o nada que ver con la sociedad post-hippie, pese a lo mucho que algunos intenten plantear lo contrario: Una historia rosa de la democracia de aquellos años que tiene muchas similitudes con aquella que otro sector pretendió generar 500 años antes a partir de la conquista de América.

Tengo 48 años, lo que me hace recordar con cierta claridad los eventos de aquellos años. Recuerdo las noticias en blanco y negro y los diarios. Recuerdo los viajes con mi padre a localidades rurales para conseguir alimentos que escaseaban, el chancho chino y los sesos fritos, las botellas de aceite vacías de manera permanente arriba de la citroneta, por si encontrábamos de camino algún negocio de que dispusiera de ese producto. Me ponía contento salir temprano del colegio, aunque ello se debiera a un anuncio de bomba. En los 17 años del régimen fui menos que un actor de reparto, quizá apenas un extra en el drama. No era ciego a lo que pasaba, pero tampoco inmune a la propaganda oficial. Tomé la decisión de estudiar Derecho en la Universidad de Chile, donde pude ver lo que a lo mejor en gran parte del resto de Chile era invisible.

Nuestra generación recibió un país dividido, trizado, empobrecido y desigual, y le está entregando a la que viene una nación próspera, inquieta y democrática. Si no tuviera tanta carga, bien podríamos decir misión cumplida. Pero los fantasmas del pasado reviven de tiempo en tiempo, y este es uno de aquellos. La campaña orquestada contra Juan Emilio Cheyre es una muestra palmaria de aquello, y un cambio paradigmático en la estrategia de reivindicación de la izquierda.

Desde el informe Rettig en adelante ha existido un esfuerzo por encarcelar a los culpables de violaciones a los derechos humanos durante la Dictadura (para los puristas recordemos que el mismo Pinochet calificó a su régimen de Dictablanda). Se pasaron por alto algunos detalles propios del Estado de Derecho en los procesos, como presumir que quien fue secuestrado en los 70, seguía en esa situación al cambiar el siglo, a fin de no tener que lidiar con la enojosa institución de la prescripción. En fin, la justicia a veces requiere algo de cinismo. El problema con al persecución a Cheyre es que ya no se acusa a quien cometió un crimen, sinó que a quien quizá pudo denunciarlo, o quizá sabe algo mas de lo que dice, o quizá simplemente estuvo en el lugar y posición equivocados en el momento menos apropiado. La culpa fue apoyar a un régimen del que no se quiso o no se pudo intuir que realizó la gran barbarie del Chile del siglo XX.

Estas culpas indirectas abren un amplio espectro a las recriminaciones. Mucha gente en la derecha dice no haber sabido. Los que sabían arguyen que pensaron que eran excesos de unos pocos. Y los que vieron algo mas, pensaron que era el mal menor. En fin, muchos tendrán (o tendremos) que dar explicaciones a San Pedro, pero abrir en la tierra esta caja de Pandora obliga a cuestionarnos por las causas de la barbarie, mediatas o inmediatas. Desde la CIA hasta El Mercurio, desde La Papelera al Partido Nacional, todos querían que el gobierno de Allende terminara. ¿Pero era esto simple inquina contra el socialismo de Allende?

Si se trata de buscar las verdaderas causas del golpe del 1973, mas allá del simple voluntarismo de las Fuerzas Armadas, éste se originó en el fracaso de la democracia. El sistema político y económico construido a partir de la constitución de 1925 falló en entregar los mínimos de prosperidad que el país requería. En la disyuntiva de definir el modelo de desarrollo requerido el país debió optar entre sistemas antagónicos: marxismo o liberalismo. La Democracia Cristiana buscó representar un camino intermedio, pero los dados de la polarización ya estaban echados. La misma DC engendró su propio dogmatismo al decir que no cambiaría una coma de su programa ni por un millón de votos. Por el lado de la izquierda la polarización llevó a que, en su Congreso de Chillán, el Partido Socialista legitimara la vía armada. La democracia era motejada de formal y burguesa, por lo que había que superarla por cualquier forma de lucha.

Al acceder al poder, con un exiguo tercio de los votos, Allende quiso acometer una agenda de transformaciones radicales. Por no tener el control del Congreso debió recurrir a los llamados resquicios legales. Se encontró un decreto de la época de la dictadura de Ibañez que permitía nombrar interventores en empresas paralizadas por cualquier causa, que fueran consideradas estratégicas. El esquema era el siguiente: 1) El sindicato paraba la empresa. 2) El gobierno la declaraba estratégica (aunque fuera una fábrica de juguetes) y 3) Nombraba un interventor, que normalmente era el presidente del sindicato. Al poco tiempo la productividad de la empresa se iba al suelo por las ineficiencias en la gestión. Algo similar ocurrió con la Reforma Agraria. Se pensó originalmente que los fundos serían expropiados a los latifundistas y entregados títulos de dominio individuales a quienes trabajaban la tierra. Debido al gran número de inquilinos, debieron hacerse asignaciones colectivas en los llamados asentamientos. La deficiente calidad de gestión en estos generó también una disminución en la producción radical. Estos hechos generaron un grave desabastecimiento de todo tipo de bienes en el país. No fue la CIA, ni el gran empresariado, ni los camioneros los que llevaron la inflación a cifras superiores al 1000%, sinó que fue la radicalización del programa de la Unidad Popular.

Allende fue un inepto al tratar de ordenar a sus propias fuerzas. El Partido Socialista, encabezado por
Carlos Altamirano llamaba a diario a incendiar la pradera. El MIR, las Brigadas Ramona Parra, el MAPU y la Izquierda Cristiana desarrollaban sus propias iniciativas sin atender a ningún tipo de moderación. Quizás los únicos conscientes del riesgo estaban el el Partido Comunista. El gobierno no supo, o no quiso ordenar a sus partidarios a fin de que distinguieran lo factible de lo utópico.

No solo la economía estaba quebrada. Las ilegalidades del gobierno y las vías de hecho de sus partidarios fueron condenadas en innumerables ocasiones por los tribunales de justicia. Sin embargo aquél no acataba los fallos cuando estos no le eran convenientes, y no transmitía las órdenes correspondientes a la fuerza pública cuando lo creía inapropiado. No sólo la economía, sinó que también el Estado de Derecho había quebrando mucho antes del 11 de septiembre de 1973.

En esta perspectiva, antes de acusar a Cheyre, debemos exigir las disculpas de todos aquellos que torcieron nuestra democracia al punto de hacer inevitable su quiebre. Allende, como Pinochet, ya no podrá dar explicaciones, pero aun tenemos muchos políticos que ejercieron cargos de poder en el gobierno de la UP que no han dado la cara al país. ¿Alguien ha exigido a los ex-MIR ex-MAPU y ex-IC que expliquen su actuar principista? ¿Alguien ha dado excusas pública como autoridad del Partido Socialista por pretender infiltrar a la Armada? ¿Alguno de los que hoy prende velas a Salvador Allende es capaz de reconocer que en su momento lo dejó solo políticamente? Sin duda todos estos tienen mucho mas que explicar que Cheyre.

Como dije al principio, pertenezco a una generación que valora los acuerdo y consensos, por tener en la memoria el destino trágico a que llevó la radicalización política en nuestro país. La política no es un ejercicio lineal. Siempre hay avances y retrocesos, interpretaciones y reinterpretaciones. Pero nuestra generación, con sus luces y sombras, caminando en este permanente zig-zag, ha sabido superar la indigencia, y dejar al país a las puertas del desarrollo. ¿Será capaz de nueva generación, que nos mira de reojo y con desconfianza, conseguir en 20 o 30 años mas, objetivos tan grandes como los que nosotros, todos los chilenos, hemos logrado en estos años?

lunes, 15 de julio de 2013

¿Es posible vender un Gobierno de Derecha?

Los movimientos políticos de la derecha posteriores a la primaria presidencial de junio de 2013 no hacen sinó reflejar un desánimo generalizado. Una percepción de que la lucha presidencial está perdida y que hay que rescatar lo que se pueda en las parlamentarias, o ir tras las faldas de los sectores mas moderados de la Concertación. Mas allá del innegable arraigo popular de Bachelet, existe una falla sistemática en la forma en que se presentan las ideas de derecha en las campañas. Es lo que algunos denominan "el relato", pero que excede la sola extrategia comunicacional. Aquí van alguna ideas al respecto.

La derecha configura el poder político, económico y social de abajo hacia arriba. Son los ciudadanos y los consumidores quienes toman las decisiones mas relevantes dentro del ámbito que les compete. Suyos son los éxitos del modelo. Cuando el gobierno insiste en sus éxitos en creación de empleo, crecimiento y desarrollo, está reforzando en la mente colectiva la importacia del Estado en estos logros, desmereciendo subsecuentemente el de las personas. Es un tiro en el zapato producido por el narcisimo político. Nunca he escuchado al presidente ni a ningún ministro o subsecretario expresar mínimamente que el éxito económico de los últimos años se debe al tesón de trabajadores y empresarios que han hecho su pega, y que el rol del gobierno consiste en liberar esta fuerzas para que sean lo mas productivas posible.

Si a esta forma de enfrentar los éxitos económicos agregamos otras situaciones que son de innegable interés público, como la superación de efectos de catástrofes (terremoto, mineros, Juan Fernandez, etc.), la conducción de la política exterior (La Haya), la protección de los mas débiles (bonos, post natal, abusos), entre otros, el gobierno ha continuado reforzando en el inconsciente colectivo que el su rol en la actividad pública es lo que define nuestro desarrollo.

El no enfatizar la importancia del rol de los privados en el desarrollo hace aparecer a la derecha como protectora de los poderosos cuando defiende el rol de los privados en la educaión, previsión y salud públicas, en vez de reforzar el hecho de que, con buena supervisión, su rol generará un valor social mayor que el que puede generar el Estado por si solo.

Este error lleva a trastocar la estrategia comunicacional en situaciones menos benignas. Los casos de abusos son los mas significativos. Abuso es el antónimo de uso. Las herramientas de que disponemos para realizar cualquier labor pueden ser mal utilizadas, pero se olvida que su buen uso normalmente es la regla general. Cuando se critica el alto costo (real o supuesto) de las AFP, para sugerir su reemplazo por un ente público, nadie pregunta a los ciudadanos si prefieren que el dinero que tienen ahorrado los administre un ente privado, en una cuenta personal, o si prefieren entregarlo a un ente público, sin seguimiento alguno a los fondos generados, a cambio de una promesa política de que al final de su vida laboral tendrán una recompensa adecuada. En el caso de La Polar, nadie dice que los principales afectados son los inverionistas, y que pagaron caro el error en confiar sus dineros en ejecutivos inescrupulosos. Malas palabras como colusión y monopolio muchas veces tiene como víctimas no solo a consumidores, sinó que a otros empresarios. Cuándo se acusa que algunas empresas no pagan cotizaciones previsionales o impuestos, todos están de acuerdo en que constituyen prácticas contraria a los trabajadores o del Estado, pero nadie las denuncia como una forma de dumping contra otras empresas, que si pagan estos conceptos.

Si queremos defender la ideas de derecha, no sólo debemos reforzar conceptos como "aplanar la cancha" y "fiscalizar los abusos", sino que también, y con la misma fuerza, la idea de que es el hombre y su fuerza creadora, la que define el desarrollo de la sociedad.